La agricultura campesina, cooperativa y familiar produce, a nivel mundial, el 70% de los alimentos, aunque solo cuentan con el 25% de la tierra.
En Argentina, según datos del Atlas del Agronegocio en el Cono Sur, las chacras de la agricultura familiar representan entre el 90 y el 94% de las producciones de algodón, yerba mate y caña de azúcar, entre el 85 y 90% de las de papa, cebolla, acelga y tomate, y el 50% de la producción de hortalizas, aromáticas y flores. Aportan el 64% del empleo total agropecuario. A pesar de estas cifras, la agricultura familiar solo cuenta con el 18% de la tierra en producción (31 millones de hectáreas).
En Brasil, la agricultura familiar produce el 70% de los alimentos del país. El sector es responsable del 70% del poroto, el 59% de los cerdos, el 58% de la leche, el 50% de las aves, el 46% del maíz, el 38% del café, 34% del arroz, 30% de bovinos y el 21% del trigo. La agricultura familiar emplea al 74% de los trabajadores rurales y cuenta con solo el 24% de la tierra cultivada (80 millones de hectáreas), a pesar de representar el 84% de los establecimientos agrícolas del país (4,3 millones de fincas).
Informes de la Fundación Tierra de Bolivia revelan que, entre 2010 y 2016, la agricultura familiar produjo el 36% de la producción de cultivos agrícolas (que no pertenecen al grupo de oleaginosas e industriales). Los campesinos poseen el 27% y los pueblos indígenas el 28% del territorio cultivado (23,2 y 23,9 millones de hectáreas, respectivamente).
En Uruguay, la agricultura familiar representa el 88% de los productores de cerdo, el 86% de los horticultores, 84% de los avicultores, 73% de los lecheros, 66% de los ganaderos de ovinos y 63% de los fruticultores. El 56% de las explotaciones agropecuarias son familiares y abarcan el 14% del área cultivada (2,2 millones de hectáreas sobre un total de 13,3 millones).
Experiencias
La mayor parte de las experiencias productivas de campesinos y pueblos indígenas tienen relación directa con la agroecología, aunque no todos suscriben al término y, aclaran, se trata de mucho más que producir sin transgénicos ni agrotóxicos.
Para La Vía Campesina, movimiento internacional del sector, la agroecología es un modo de ser, de vivir y de producir, que tiene bases biológicas y sociales, con una fuerte relación con la naturaleza, con enfoque de género, con elevada diversificación, reciclaje de productos e insumos, con gran autonomía y abastecimiento local y regional de alimentos saludables. La agroecología, definen, es “un enfoque tecnológico que aporta a la construcción económica, social y política de la soberanía alimentaria”.
En Brasil sobresale, por su magnitud, el caso del arroz agroecológico del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), una experiencia sin igual en América Latina. Comenzó en 2003, en Río Grande do Sul, con 90 familias, 46 hectáreas y una producción de 39.000 bolsas de arroz (de 50 kilogramos cada una). En 2018 involucró a 521 familias, en 5.513 hectáreas y con una producción récord de 485.528 bolsas de arroz. El MST maneja toda su cadena de producción, desde la semilla hasta la distribución y la comercialización.
La Unión de los Trabajadores de la Tierra (UTT) es una de las organizaciones rurales más activas en los últimos años en Argentina. Presente en quince provincias e integrada por 15.000 familias, tiene su región de mayor producción en el cordón hortícola del Gran La Plata, donde cientos de familias producen miles de kilos de alimentos al día que llegan a la Ciudad de Buenos Aires. Posee también una granja de referencia en la localidad de Jáuregui (Buenos Aires), en un predio de 84 hectáreas con producción agroecológica de hortalizas. Fernando Frank, parte de la Asociación de Campesinos del Valle de Conlara (San Luis) y técnico de la Secretaría de Agricultura Familiar, recuerda que existen muchos debates en torno a la agroecología, y que varía según las regiones productivas: no se aplica de igual forma para la producción de yerba mate en Misiones que para la cría de ganado en Patagonia, o la producción de hortalizas en los cordones urbanos, o en vides en la Cordillera. También existen muchísimas personas, familias y comunidades que quizá no utilizan el término “agroecología”, aunque su forma de producción, vida y desarrollo tiene relación con ese concepto [4].
Es un debate también el cuantificar las producciones agroecológicas. Algunas organizaciones argumentan que lo importante no son los números, sino lo cualitativo, lo humano, lo social. Y también señalan que hacer hincapié en los números es seguir los lineamientos del mercado. Por su parte, la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (Renama) sí difunde sus datos cuantitativos: trabaja 86.000 hectáreas de forma agroecológica, con 170 productores (organizados en 33 grupos), 85 asesores técnicos y 23 municipios.
Otro modelo
Las organizaciones campesinas, indígenas y de la agricultura familiar tienen, desde hace años, propuestas concretas para otro modelo agropecuario. Un ejemplo es el Movimiento de Pequeños Agricultores (MPA) de Brasil, presente en 17 estados y que reúne a 100 mil familias campesinas.
En un largo proceso de debates internos, elaboró su “plan campesino”, un programa estratégico que ubica al campesinado y los pueblos indígenas como base del desarrollo rural. Entre sus ejes sobresale la “nueva base productiva”, que prioriza la agroecología, la oferta popular de alimentos, y la consolidación de una “nueva generación campesina”, con fuerte incidencia del “feminismo campesino y popular”. Como en toda propuesta campesina, es central una reforma agraria que incluya la “ocupación popular del territorio y proyecto demográfico, cultura, educación, salud y comunicación”.
El plan campesino fue implementado en el estado de Río Grande do Sul, en alianza con organizaciones urbanas. Se logró la llegada de alimentos sanos y a precio justo para miles de familias de todo el estado. “La experiencia exitosa en Río Grande muestra que es posible y necesario crear nuevas políticas. El programa campesino puede desarrollarse a todas las escalas, ya sea en municipios, en todo un estado y a nivel de país”, remarca el Movimiento de Pequeños Agricultores.
En Argentina, en 2019, se desarrolló el primer Foro Nacional por un Programa Agrario Soberano y Popular [6], impulsado por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Entre los participantes estuvieron el Movimiento Nacional Campesina Indígena (MNCI), el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE Rural – CTEP), la Asamblea Campesina Indígena (Acina), Agrupación Grito De Alcorta y la Mesa Provincial de Organizaciones de Productores Familiares, entre otras organizaciones. Los tres conceptos básicos fueron: soberanía alimentaria, tierra como territorio y hábitat, y construcción de un modelo productivo no extractivista.
Desde el Foro Agrario presentaron un plan detallado con diez lineamientos, que tiene puntos en común con el plan del MPA de Brasil y con lo surgido en Bolivia, en abril de 2019, en el Encuentro Nacional Campesino Indígena. También coincide en buena parte con las luchas y reclamos de los movimientos campesinos de Paraguay y de las organizaciones de la agricultura familiar de Uruguay. Sus puntos en común son: democratizar las políticas públicas para el agro, reforma agraria popular e integral, limitar el uso de agrotóxicos, producción de alimentos saludables (a gran escala y a precios justos), fomento de la agroecología, compras estatales a la agricultura familiar, fomento del arraigo rural (con infraestructura, salud, viviendas dignas, educación, servicios básicos), políticas de acceso a la tierra y regularización dominial, créditos agrícolas, aplicación efectiva de la Consulta Libre Previa Informada a los pueblos indígenas, y defensa de las semillas nativas.
Fuente: Biodiversidad