Es notable —y los medios de todos los colores lo reportan todos los días. Se ha vuelto una conversación frecuente hablar de incendios. En el ámbito rural, y en las ciudades. Los incendios forestales aumentan en frecuencia, pero también se intensifican. Qué está ocurriendo. Desde el inicio hay quien responde: es el cambio climático, son los aumentos desmesurados de la temperatura. Es la sequía, la carencia de agua, que crece y parece apoderarse del planeta. Pero también se señala la mano de hombres y mujeres. Grupos empresariales o cacicazgos regionales ávidos de tierra, de empujar la frontera agrícola y acaparar tierra, crecer sus plantaciones de banano, mango, piña, agave, pero ahora sobre todo, aguacate u hortalizas en invernaderos que también crecen. Esa gente no se tienta el corazón para provocar incendios sin miramientos sobre los desequilibrios posibles, sobre la pérdida de vidas humanas, la destrucción de caseríos, granjas, rancherías. Tampoco les importa la destrucción de vida silvestre: animales, plantas, hongos, micro-organismos
¡¡FUEGO CONTRA FUEGO!!