Cuando fueron descubiertos, a inicios del siglo XX, los fertilizantes sintéticos supusieron toda una revolución al aumentar la producción agrícola, permitiendo alimentar a una población mundial en rápido crecimiento. Sin embargo, cien años más tarde, su uso está fuera de control, según advierten varias organizaciones internacionales. “Durante todo el siglo pasado se han estado utilizado indiscriminadamente en Europa y Estados Unidos y ahora se han sumado las economías emergentes”, advierte Enrique Cat, de Nostoc Biotech. China, Estados Unidos e India son los principales usuarios de este tipo de productos, en la actualidad, al representar la mitad del consumo global, según la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La FAO denuncia que se sigue la idea del “cuanto más, mejor”, cuando en realidad  estos incrementos no necesariamente se traducen en una correspondiente mejora en la nutrición de las plantas, ya que estos componentes se acaban perdiendo en el entorno. Como consecuencia, los rendimientos de las cosechas acaban siendo más bajos, porque el ecosistema se debilita. Cat advierte, en concreto, que “aumentan la proporción de las plantas que pueden sufrir plagas, lo que obliga a aplicar más pesticidas”. 

Es decir, su cada vez mayor utilización no sólo pone en peligro la biodiversidad y la salud del planeta, al contribuir al calentamiento global, el empeoramiento de la calidad del aire y al contaminar los suelos y las aguas, sino que pone en peligro la propia producción de alimentos.

La FAO advierte de que la degradación intensa o moderada –debido al uso de fertilizantes sintéticos, entre otras causas–afecta ya a un tercio del suelo mundial y de que  su recuperación es tan lenta que se necesitarían mil años para crear un centímetro de capa arable superficial.

Estados miembros de las Naciones Unidas respaldaron hace un año la Declaración de Colombo sobre la Gestión Sostenible del Nitrógeno, la cual establece la ambición de reducir a la mitad los desechos de nitrógeno (uno de los principales componentes de los fertilizantes), de todas las fuentes, para el año 2030. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) no sólo se trata de un objetivo necesario y asumible, sino que supone además un ahorro de 100.000 millones de dólares (82.350 millones de euros) anuales a nivel mundial. 

Impacto: hasta 82.350 millones anuales de ahorro supondría reducir a la mitad los desechos de nitrógeno

En Catalunya, “el problema de los nitratos no es tanto consecuencia de los fertilizantes sintéticos, sino de los purines procedentes de las explotaciones ganaderas”, señala Víctor Riau, investigador y miembro del grupo de gestión integral de residuos orgánicos del Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA). Parte del trabajo de Riau consiste, precisamente, en encontrar soluciones para que el purín de las granjas potencie el crecimiento de los cultivos pero sin provocar problemas de contaminación.

La primera solución que plantean los expertos es ser más eficientes en el uso de este recurso. En toda la cadena de valor, el 80% del nitrógeno se desperdicia y se pierde en el medio ambiente, de acuerdo a un estudio del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido. Un aprovechamiento más eficiente del estiércol animal y un mayor uso, en rotaciones, de cultivos fijadores de nitrógeno (como las leguminosas, que convierten el nitrógeno del aire en una forma biológicamente útil), son cruciales para reemplazar el nitrógeno sintético como parte del proceso para reconstruir la fertilidad del suelo. Todo ello está muy relacionado con enfoques agroecológicos, como la agricultura orgánica, la agricultura de conservación, de bajos insumos y de labranza mínima.

Coincidiendo con el Día Mundial del Suelo, el 5 de diciembre, el Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya (ICGC ) ha dado a conocer una cartografía que permite determinar en qué punto se encuentran nuestros suelos respecto los últimos datos recogidos y los riesgos actuales para poder definir políticas agrícolas y forestales más efectivas.

Fuente: La Vanguardia