En este momento, mientras la humanidad lucha por encontrar la cura contra un virus que la ha llevado al confinamiento y derrumbado su economía, en alguna granja del planeta, propiedad de algún conglomerado agroindustrial que mantiene en hacinamiento a cientos o miles de aves, reses o puercos, se fabrica el próximo virus, igual o más letal que el que se combate actualmente. Así de contundente es Silvia Ribeiro, directora para América Latina del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC).

En entrevista con La Jornada, la también activista uruguaya advierte que las facilidades regulatorias que ha dado México para que se establezcan las grandes empresas del sector agroalimentario lo convierten, junto con naciones como Argentina, Brasil, Estados Unidos y China, en uno de los focos rojos donde puede brotar el virus que provoque la próxima pandemia.

En las instalaciones de esas grandes empresas hay cría masiva de animales llenos de antibióticos. Funcionan como una especie de criaderos de virus y bacterias muy resistentes, convirtiéndose en fábricas de éstos. En este momento se podría estar criando un nuevo virus o favoreciendo su evolución.

Explicó que una trasnacional productora de carne, por ejemplo, tiene miles de reses bajo condiciones de hacinamiento, las cuales son inyectadas con múltiples antibióticos para hacerlas no sólo resistentes a enfermedades, sino para acelerar su crecimiento, lo cual provoca que los virus y bacterias que acumulan sean cada vez más resistentes.

En este momento esos virus no se transmiten a los humanos, pero al cruzarse con otros animales, como cerdos o algunos silvestres, por ejemplo un murciélago, se puede dar una evolución, convertirse el virus en zoonótico, es decir, con capacidad para infectar personas; 75 por ciento de nuevas enfermedades son zoonóticas y la mayoría provienen de la cría indiscriminada de animales.

Un ejemplo del riesgo al que está expuesta actualmente la humanidad, dijo Ribeiro, es la peste porcina africana, pandemia que ha matado a millones de cerdos sólo en China y que, aunque no se transmite a personas, al estar en contacto con otros animales puede evolucionar.

En estos momentos otra pandemia de ese tipo sería devastadora y es algo que las grandes compañías no quieren entender.

De acuerdo con el Atlas de la Agroindustria 2019, elaborado por la fundación alemana Heinrich Böll, las 50 trasnacionales de alimentos más grandes facturan 50 por ciento de ventas mundiales en el ramo y son precisamente éstas las que más crecen. Las 10 más grandes son: Nestlé, JBS, Tyson Foods, Mars, Kraft Heinz, Mondelez, Danone, Unilever, General Mills y Smithfield.

Varias de ellas operan en México, con criaderos de pollos, cerdos o ganado. A éstas hay que sumar las trasnacionales mexicanas, como Gruma, Bimbo y Bachoco.

La directora para América Latina del Grupo ETC puso énfasis en que el problema no son sólo las trasnacionales que crían animales, sino también las que fabrican sus alimentos. De hecho, se ha convertido en todo en un negocio redondo. Una trasnacional tiene divisiones de alimentos para animales, venta de carne y hasta farmacéutica.

Explicó que un claro ejemplo es la estadunidense Cargill (con operaciones en México), empresa número uno del mundo en distribución de granos, oleaginosas y cereales, y al mismo tiempo es la tercera del planeta en producción de cárnicos.  

El país no aprendió la lección

En 2009 México se convirtió en el epicentro de la pandemia de influenza A/H1N1, luego de que el virus brotó en criaderos de cerdos en Veracruz de Granjas Carroll, propiedad de la trasnacional estadunidense Smithfield (ahora propiedad de la china Shuanghui); sin embargo, más de 10 años después, afirmó Ribeiro, no se ha aprendido la lección.

La llegada indiscriminada de empresas agroalimentarias se dio tras la firma del tratado de libre comercio porque en México la regulación no era tan estricta. El primer aviso fue la influenza de 2019. De ahí no se hizo nada para corregir el sistema. Al contrario, ahora, con la modernización de ese acuerdo, las normas son aún más flexibles, apuntó.

Advirtió que esa apertura, sin medir las consecuencias, coloca a México como un foco rojo de la próxima pandemia.

“México ya fue el origen de la pandemia de gripe porcina y nada ha cambiado desde entonces. De hecho, han aumentado los criaderos. Es un foco rojo en el sentido de convertirse en el origen de un nuevo virus. Sin embargo, no es el único. También están Estados Unidos, China, Argentina y Brasil, donde está JBS, la criadora de pollos más grande del mundo.

Para la activista, la única solución, no sólo para México sino a escala internacional, es un cambio de timón radical, enfocado en desmantelar el sistema de las grandes corporaciones y apoyar a los pequeños productores, que son los que actualmente alimentan a 70 por ciento de la población.

Es un tema que se debe llevar a la Organización de Naciones Unidas, pero es complicado. Estas empresas son tan grandes que tienen una enorme influencia en los gobiernos. Por ejemplo, ahora mismo le están diciendo a la ONU que, ante la pandemia, las debe apoyar, porque se necesitará más alimento que nunca, aseveró.

Lo anterior, dijo, es absurdo, pues precisamente las trasnacionales agroalimentarias están ligadas a la mayoría de las muertes no infecciosas, dado que sus productos, muchas veces alterados genéticamente y de alto contenido calórico, producen cáncer, diabetes, hipertensión y otros padecimientos.

Es irónico cómo ya están relacionadas con la mayoría de las muertes no infecciosas y ahora, con sus fábricas de virus, también a las infecciosas.

Para Ribeiro, el Covid-19 puso de manifiesto el desmantelamiento de los sistemas de salud y su privatización, lo que, subraya, urge corregir, pero también la humanidad debe ser consciente del peligro que representa la industrialización sin medida. El riesgo que corre es altísimo. Es absurdo lo que está sucediendo. Se debe parar este sistema, que sólo beneficia a las grandes corporaciones.

Fuente: LA JORNADA