Tierra | ANAFAE https://redanafae.com Mon, 08 Apr 2024 18:18:33 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 192782159 ¡Fuera las manos de nuestro pasto! Las comunidades pastoriles de Kenia luchan contra la privatización de su biodiversidad https://redanafae.com/2022/05/10/fuera-las-manos-de-nuestro-pasto-las-comunidades-pastoriles-de-kenia-luchan-contra-la-privatizacion-de-su-biodiversidad/ Tue, 10 May 2022 21:24:16 +0000 https://redanafae.com/?p=4053 4053 ?Quien nos alimentara? https://redanafae.com/2022/03/04/quien-nos-alimentara/ Fri, 04 Mar 2022 15:10:00 +0000 https://redanafae.com/?p=3728 La red campesina alimentaria o la cadena agroindustrial Los campesinos son los principales y en ciertos casos los únicosproveedores de alimentos para más del 70% de la población del mundo. y producen esta comida con menos del 25% de los recursos —agua, suelo, combustibles— empleados para llevarla totalidad de los alimentos a la mesa. leer mas aquí.

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¿Sabías que? https://redanafae.com/2021/03/09/sabias-que-2/ Tue, 09 Mar 2021 15:39:18 +0000 http://redanafae.com/?p=2867 La agroecología protege los cuatro promotores de la vida: el agua, el suelo, la tierra y las semillas.

Produce alimentos sanos libres de venenos químicos y transgénicos. Apoyemos a las familias agroecológicas consumiendo sus productos sanos, sabrosos,  saludables.

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El uso de fertilizantes, una amenaza creciente https://redanafae.com/2020/12/13/el-uso-de-fertilizantes-una-amenaza-creciente/ Sun, 13 Dec 2020 19:00:08 +0000 http://redanafae.com/?p=2791 Cuando fueron descubiertos, a inicios del siglo XX, los fertilizantes sintéticos supusieron toda una revolución al aumentar la producción agrícola, permitiendo alimentar a una población mundial en rápido crecimiento. Sin embargo, cien años más tarde, su uso está fuera de control, según advierten varias organizaciones internacionales. “Durante todo el siglo pasado se han estado utilizado indiscriminadamente en Europa y Estados Unidos y ahora se han sumado las economías emergentes”, advierte Enrique Cat, de Nostoc Biotech. China, Estados Unidos e India son los principales usuarios de este tipo de productos, en la actualidad, al representar la mitad del consumo global, según la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La FAO denuncia que se sigue la idea del “cuanto más, mejor”, cuando en realidad  estos incrementos no necesariamente se traducen en una correspondiente mejora en la nutrición de las plantas, ya que estos componentes se acaban perdiendo en el entorno. Como consecuencia, los rendimientos de las cosechas acaban siendo más bajos, porque el ecosistema se debilita. Cat advierte, en concreto, que “aumentan la proporción de las plantas que pueden sufrir plagas, lo que obliga a aplicar más pesticidas”. 

Es decir, su cada vez mayor utilización no sólo pone en peligro la biodiversidad y la salud del planeta, al contribuir al calentamiento global, el empeoramiento de la calidad del aire y al contaminar los suelos y las aguas, sino que pone en peligro la propia producción de alimentos.

La FAO advierte de que la degradación intensa o moderada –debido al uso de fertilizantes sintéticos, entre otras causas–afecta ya a un tercio del suelo mundial y de que  su recuperación es tan lenta que se necesitarían mil años para crear un centímetro de capa arable superficial.

Estados miembros de las Naciones Unidas respaldaron hace un año la Declaración de Colombo sobre la Gestión Sostenible del Nitrógeno, la cual establece la ambición de reducir a la mitad los desechos de nitrógeno (uno de los principales componentes de los fertilizantes), de todas las fuentes, para el año 2030. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) no sólo se trata de un objetivo necesario y asumible, sino que supone además un ahorro de 100.000 millones de dólares (82.350 millones de euros) anuales a nivel mundial. 

Impacto: hasta 82.350 millones anuales de ahorro supondría reducir a la mitad los desechos de nitrógeno

En Catalunya, “el problema de los nitratos no es tanto consecuencia de los fertilizantes sintéticos, sino de los purines procedentes de las explotaciones ganaderas”, señala Víctor Riau, investigador y miembro del grupo de gestión integral de residuos orgánicos del Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA). Parte del trabajo de Riau consiste, precisamente, en encontrar soluciones para que el purín de las granjas potencie el crecimiento de los cultivos pero sin provocar problemas de contaminación.

La primera solución que plantean los expertos es ser más eficientes en el uso de este recurso. En toda la cadena de valor, el 80% del nitrógeno se desperdicia y se pierde en el medio ambiente, de acuerdo a un estudio del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido. Un aprovechamiento más eficiente del estiércol animal y un mayor uso, en rotaciones, de cultivos fijadores de nitrógeno (como las leguminosas, que convierten el nitrógeno del aire en una forma biológicamente útil), son cruciales para reemplazar el nitrógeno sintético como parte del proceso para reconstruir la fertilidad del suelo. Todo ello está muy relacionado con enfoques agroecológicos, como la agricultura orgánica, la agricultura de conservación, de bajos insumos y de labranza mínima.

Coincidiendo con el Día Mundial del Suelo, el 5 de diciembre, el Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya (ICGC ) ha dado a conocer una cartografía que permite determinar en qué punto se encuentran nuestros suelos respecto los últimos datos recogidos y los riesgos actuales para poder definir políticas agrícolas y forestales más efectivas.

Fuente: La Vanguardia

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¿Por qué hay que rechazar los intentos de mercantilizar la tierra? https://redanafae.com/2020/11/26/por-que-hay-que-rechazar-los-intentos-de-mercantilizar-la-tierra/ Thu, 26 Nov 2020 22:00:01 +0000 http://redanafae.com/?p=2779 Un informe reciente del Instituto Oakland detalla las diversas formas en que los gobiernos, voluntariamente o por la presión de las instituciones financieras y los llamados países donantes, intentan privatizar la tierra y hacerla accesible para ser explotada. Esas formas incluyen a las reformas agrarias, cambios en las leyes y reglamentaciones, uso de nueva tecnología para el registro de tierras, así como la eliminación de las salvaguardas vigentes que protegen a los pueblos indígenas y el medio ambiente.

Es necesario desmantelar el mito de que la tenencia segura solo puede provenir de títulos privados. En lugar de suprimir la gobernanza local y negar la autonomía indígena, los gobiernos deben construir sistemas que incorporen una diversidad de sistemas de propiedad y gobernanza, y enfocarse en establecer un camino que sirva a la gente en lugar de uno que les quite la tierra en beneficio de las empresas.​

Por qué los gobiernos deberían rechazar los intentos de mercantilización de la tierra orquestados por el Banco Mundial y Estados Unidos

El virus del Covid-19 ha eclipsado durante algún tiempo la creciente crisis climática y ambiental que enfrenta el mundo. Los alarmantes índices de deforestación, desertificación, degradación ambiental y contaminación continúan amenazando la biodiversidad de nuestro planeta, así como la salud y los medios de vida de miles de millones de personas.

Sin embargo, en lugar de tomar medidas sustanciales, los gobiernos, las empresas y las instituciones internacionales de hecho están “redoblando la apuesta”. Quieren explotar más tierras apelando a un discurso basado en el eufemismo de darles un “uso productivo” en nombre del “progreso” y el “desarrollo” económico. En todo el mundo, los gobiernos se ven presionados a invitar a inversionistas internacionales para que exploten más tierras y recursos para la tala, la ganadería, las plantaciones de palma aceitera, de árboles maderables y otros cultivos, así como para minería, petróleo y gas.

Sin embargo, un obstáculo para esta expansión han sido los regímenes de tenencia de la tierra que prevalecen en varios países, así como los derechos que otorgan a las personas que viven en esas codiciadas tierras. Un 65 por ciento de la superficie terrestre del mundo todavía está administrado por comunidades con sistemas consuetudinarios (1). Se ha demostrado que los pueblos indígenas y las comunidades locales son eficientes administradores de su tierra, gestionada bajo una variedad de sistemas de tenencia comunitaria y colectiva.

Los territorios indígenas tradicionales abarcan el 22 por ciento de la superficie terrestre del mundo, que contiene un 80 por ciento de la biodiversidad mundial (2). Varios países anteriormente colonizados han adoptado sistemas duales de tenencia de la tierra, los cuales reconocen las leyes consuetudinarias sobre la misma y, a la vez, establecen que toda la tierra es propiedad del Estado (3). Esta situación se considera una limitación para los inversionistas y las empresas. Como lo expresó el Banco Mundial, “los derechos indocumentados [sobre la tierra] plantean desafíos y riesgos para los inversionistas” (4), y en el caso de África, el continente está “frenado por la confusión en materia de propiedad de la tierra” (5).

Promoviendo el despojo

Un informe reciente del Instituto Oakland titulado “Promoviendo el despojo: el empuje global para desbloquear el potencial económico de la tierra” (Driving Dispossession: The Global Push to Unlock the Economic Potential of Land) (6), detalla las diversas formas en que los gobiernos, voluntariamente o por la presión de las instituciones financieras y los llamados países donantes, intentan privatizar la tierra y hacerla accesible para ser explotada. Esas formas incluyen a las reformas agrarias, cambios en las leyes y reglamentaciones, uso de nueva tecnología para el registro de tierras, así como la eliminación de las salvaguardas vigentes que protegen a los pueblos indígenas y el medio ambiente.

El informe revela que los intereses estadounidenses juegan un papel destacado en estos intentos

Es importante destacar que el informe revela que los intereses estadounidenses juegan un papel destacado en estos intentos, a través de una serie de vías. Millennium Challenge Corporation (MCC), una entidad del gobierno estadounidense con la misión declarada de “reducir la pobreza a través del crecimiento”, tiene un historial documentado de presionar a los países para que transfieran tierras de agricultores familiares a inversionistas para desarrollar la agricultura industrial. En Sri Lanka, el convenio de la MCC tiene la intención de mapear y registrar hasta el 67 por ciento del país para “promover transacciones de tierras que puedan estimular la inversión y aumentar su uso como activo económico”.

Al igual que la MCC, y en contradicción con su propia investigación que durante mucho tiempo reconoció el valor de los sistemas tradicionales, la agencia estadounidense para el desarrollo (USAID) también juega un papel importante en el financiamiento y promoción de proyectos de titulación de tierras de propiedad privada en todo el mundo. Las empresas estadounidenses también están cada vez más involucradas y han introducido una tecnología llamada “blockchain” (cadena de bloques) como la solución mágica para asegurar la tenencia de la tierra.

Blockchain es un registro financiero digital que realiza un seguimiento de las transacciones en una “cadena” cronológica, con “bloques” de información que almacenan datos tales como la fecha, la hora, la cantidad y los participantes de una transacción. Es un registro financiero distribuido, lo que significa que cada vez que ocurre una transacción, debe ser verificada por una red de miles o posiblemente millones de computadoras en todo el mundo antes de que la transacción pueda registrarse como un bloque de la cadena. Esto hace que sea prácticamente imposible alterar las transacciones de forma retroactiva (7).

Los defensores del uso de la tecnología blockchain para la administración de tierras argumentan que tiene el potencial de mejorar la seguridad y la transparencia de los registros de tierras en la medida que almacena toda la información sobre los límites de la propiedad y los propietarios en una fuente en línea inmodificable. Sin embargo, la aplicación de la tecnología requiere que los países avancen hacia sistemas de propiedad privada de la tierra, que requerirán registro y digitalización.

El programa de titulación de tierras de Zambia basado en blockchain, dirigido por una subsidiaria de la tienda virtual estadounidense de venta al público Overstock.com, demuestra cómo blockchain se usa realmente para privatizar la tierra y acceder a los recursos naturales. Patrick Byrne, exdirector ejecutivo de Overstock.com, dejó claras sus motivaciones cuando dijo que el objetivo del proyecto era desbloquear billones de dólares de reservas minerales mundiales que son inaccesibles debido a sistemas poco claros de gobernanza de la tierra. En 2018, Overstock.com firmó un acuerdo con el Banco Mundial para colaborar en proyectos similares en decenas de otros países, pero hasta ahora el Banco se ha negado a hacer público este acuerdo.

Estados Unidos también tiene un poder político y financiero desmesurado sobre instituciones internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que promueven políticas y reglamentaciones destinadas a privatizar los comunes en beneficio del sector privado.

En Ucrania, por ejemplo, el FMI condicionó el apoyo financiero que se necesitaba desesperadamente a la creación de un mercado de tierras. Después de años de presión internacional y en medio de la pandemia del Covid-19, en marzo de 2020, el país adoptó una ley que crea un mercado de tierras a pesar de la oposición de más del 70 por ciento de la población.

Cuando se trata de apoderarse y privatizar tierras en el Sur Global, el Banco Mundial es un instrumento clave de la agenda empresarial encabezada por los Estados Unidos, que es el principal donante de la institución.

Financiado por la Fundación Bill & Melinda Gates, y los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, el programa del Banco Mundial Facilitando los Negocios en la Agricultura (conocido por sus siglas en inglés, EBA) se supone que respaldará la “Nueva Alianza para la seguridad alimentaria y la nutrición”, una iniciativa lanzada por el G8 para promover el desarrollo agrícola desde el sector privado en África.

En 2019, el informe del Oakland Institute, “El mejor postor se lo lleva todo: el plan del Banco Mundial para privatizar los bienes comunales” (The Highest Bidder Takes It All: The World Bank’s Scheme to Privatize the Commons), denunció el agresivo ataque sin precedentes a los derechos sobre la tierra impulsado por el programa, que promovió la agricultura industrial a gran escala a expensas de los agricultores, pastores y pueblos indígenas.

A través de la EBA, el Banco recomendó a los gobiernos formalizar los derechos de propiedad privada, facilitar la venta y arrendamiento de terrenos para uso comercial, sistematizar la venta de terrenos públicos en subasta al mejor postor y mejorar los procedimientos de expropiación para dar el “mejor uso” a la tierra. Ignoró el hecho de que miles de millones de personas viven y trabajan en estas tierras, que son esenciales para sus medios de vida y representan bienes ancestrales con una profunda importancia social y cultural. Nuestros resultados generaron indignación en todo el mundo y, en lo que fuera un avance importante, el Banco finalmente eliminó el nuevo indicador de tierras en el informe de la EBA de 2019.

En cambio, reconoció la importancia de los derechos consuetudinarios sobre la tierra y anunció que las salvaguardas para proteger estos derechos deberían ser “una prioridad del desarrollo” (8). La eliminación de dicho indicador es una victoria para miles de millones de agricultores familiares, pastores y pueblos indígenas de todo el mundo que dependen de su tierra para su sustento, así como para las más de 280 organizaciones de la sociedad civil que se han unido a la campaña  Our Land Our Business (Nuestra Tierra, Nuestro Problema) para hacer frente al Banco Mundial.

Más allá de los cambios retóricos (…) las recetas del Banco [Mundial] para privatizar la tierra todavía se aplican a nivel de país de diferentes formas, y la institución continúa financiando programas que promueven la agricultura industrial y socavan los derechos consuetudinarios sobre la tierra.

Sin embargo, más allá de los cambios retóricos, como se vio anteriormente, las recetas del Banco para privatizar la tierra todavía se aplican a nivel de país de diferentes formas, y la institución continúa financiando programas que promueven la agricultura industrial y socavan los derechos consuetudinarios sobre la tierra. En la República Democrática del Congo (RDC), el Banco Mundial, por ejemplo, ha financiado y guiado el desastroso plan del gobierno de establecer 22 parques agroindustriales en todo el país, lo que ha llevado al acaparamiento de tierras y al despilfarro de unos 100 millones de dólares de fondos públicos en la implementación del primer parque piloto (9).

El apoyo a los parques agroindustriales es coherente con el modelo de desarrollo impulsado por el Banco Mundial en todo el mundo, que fomenta polos de crecimiento, corredores de desarrollo y zonas económicas especiales como instrumentos para atraer inversión extranjera.

En lugar de proteger los derechos de las comunidades a la tierra, se alienta a los gobiernos a actuar bajo la suposición profundamente errónea de que el “desarrollo” solo puede lograrse otorgando a los intereses empresariales acceso ilimitado a sus recursos, como lo promueven el Banco Mundial y los llamados países donantes.

La privatización de la tierra estatal y comunal, realizada con el pretexto de “desbloquear” el potencial de la tierra, satisface las necesidades de los intereses empresariales a expensas de millones de medios de vida y sustento. Al fomentar la creación de “mercados de tierras”, el Banco no puede ignorar que dentro de un sistema de mercado donde la tierra no es más que una mercancía, las empresas pueden excluir a las personas provocando desalojos y despojo, concentración de la propiedad de la tierra en manos de empresas y degradación ambiental.

El fracaso del modelo económico neoliberal nunca ha sido tan claro.

Este discurso del desarrollo continúa cobrando fuerza, a pesar del papel decisivo que ha tenido en la actual crisis climática y ambiental, así como de los millones de medios de vida que ha destruido con desplazamientos y despojo. El fracaso del modelo económico neoliberal nunca ha sido tan claro.

Esta persistente mercantilización de la tierra debe confrontarse con una fuerte acción para detener y revertir la privatización de los territorios y los comunes en todo el mundo. Existen alternativas comprobadas que se han implementado con éxito en todo el mundo. Las tierras y aguas indígenas representan el 80 por ciento de la biodiversidad del mundo, y cada vez más se acepta que las comunidades locales y los pueblos indígenas son guardianes efectivos de estas áreas. Se posicionan como la última línea de defensa contra el acaparamiento de tierras y las prácticas destructivas de gobiernos y empresas que convierten las tierras de cultivo familiares, los pastizales y los bosques en monocultivos industriales, grandes ranchos y minas desmanteladas.

Es necesario desmantelar el mito de que la tenencia segura solo puede provenir de títulos privados. En lugar de suprimir la gobernanza local y negar la autonomía indígena, los gobiernos deben construir sistemas que incorporen una diversidad de sistemas de propiedad y gobernanza, y enfocarse en establecer un camino que sirva a la gente en lugar de uno que les quite la tierra en beneficio de las empresas.

Fuente: Servindi

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Guardianes de semillas, territorios y oportunidades https://redanafae.com/2020/09/08/guardianes-de-semillas-territorios-y-oportunidades/ Tue, 08 Sep 2020 19:32:25 +0000 http://redanafae.com/?p=2675 La agricultura empezó alrededor de 10 o 12 mil años atrás, cuando seguramente una mujer reconoció en la naturaleza una planta alimenticia, y reprodujo su ciclo vital. Ese primer paso desató el proceso de crianza mutua entre nuestra especie y la enorme cantidad de variedades vegetales que nos alimentan desde entonces.

La humanidad se expandió y evolucionó en todos los continentes de la mano de plantas que fueron su sustento, las que a su vez fueron modificándose para adaptarse a los climas, suelos y prácticas donde las llevaron los pueblos. Cada palabra con la que nos acostumbramos a nombrar determinado alimento, en realidad expresa un enorme conjunto de variedades: “maíz” “trigo” “tomate”. Y cada variedad tuvo sus guardianas y guardianes, comunidades campesinas e indígenas con las que se crió y a las que ayudó a criar alimentándolas. Ellas fueron las responsables de su particular desarrollo, su “mejora” en términos productivos, guardando la mejor semilla de la mejor planta para volver a sembrar, reproducirla, multiplicarla, e intercambiarla.

Pandemia corporativa

Con las semillas es imposible plantear autorías, porque los momentos inaugurales que solemos asociar a los descubrimientos, pierden su rastro en millones de manos y diferentes culturas. Quién diga que “descubrió” una semilla, miente; quién sostenga que es “suya”, roba. Son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad, y por eso enfrentamos los intentos de las corporaciones por apropiárselas.

Y estos intentos se suceden desde el inicio de la llamada “Revolución Verde” en los 60s – 70s del siglo pasado, con el acaparamiento de los sistemas agroalimentarios por el capital concentrado: la introducción de paquetes tecnológicos con semillas híbridas primero y transgénicas después, agrotóxicos y maquinarias parte de la reconversión de la industria militar. Con más concentración empresaria en cada eslabón de la cadena que termina con cada bocado, y que empieza indefectiblemente en una semilla. Esa centralidad en el ciclo del alimento la vuelve estratégica tanto para las corporaciones como para los pueblos.

En la disputa por los bienes comunes el capital buscó desarmar los sistemas campesinos e indígenas, y se valió también de la operación simbólica de ubicarlos en el atraso y el primitivismo que la modernidad y la tecnológica vendrían a superar. Como no podía ser de otro modo, la ofensiva contra los pueblos y culturas incluyó también a sus semillas nativas y criollas que no se ajustarían al canon de “estables” y “homogéneas” que según la industria garantizarían los rindes para “alimentar a la humanidad”.

Por este camino no sólo no se alimentó a la humanidad, sino que en apenas 50 o 60 años, la humanidad perdió el 75% de las variedades vegetales que se crearon en más de 10.000 años de agricultura. Esto es particularmente peligroso en el marco de la crisis climática ante cuyos rigores no sabemos cuántas ni cuáles variedades podrán adaptarse, y en dónde. Esta tremenda pérdida de biodiversidad hace que todos y todas tengamos ¾ partes menos de alimentos distintos disponibles. Y la situación que no es peor gracias a la resistencia de los pueblos y comunidades para defender sus semillas, garantizando los ciclos de su reproducción e intercambio.

Guardianas y guardianes

Aún con toda esta ofensiva y erosión material y simbólica, hoy son las y los campesinos, pescadores artesanales, pastoras trashumantes y pueblos originarios quienes producen entre el 60 y el 80% de lo que alimenta a la humanidad en todo el mundo con apenas el 25% de la tierra cultivable. Decíamos que su centralidad en la alimentación se sostiene también en las redes de resistencia que han sabido construir, cuya expresión más importante es La Vía Campesina Internacional, la organización social más grande del mundo que agrupa a 200 millones de productoras, productores y sus comunidades en 81 países. En estas redes resistentes las semillas también son el centro de la preocupación y la acción.

Gerardo Segovia, de la Red de Agricultura Orgánica de Misiones (RAOM) es uno de los artífices de la Semana Continental de las Semillas Nativas y Criollas que impulsa el Movimiento Agroecológico de América Latina y El Caribe (MAELA), “En el intercambio de semillas se conjuga lo sagrado, lo espiritual, lo profundamente ecológico y profundamente político. Durante la semana continental que arranca el 26 de julio que acá se festeja el Día de la Patrona de los Sembradíos y termina el 1° de agosto Día de la Pachamama, se relacionan 3 elementos de la naturaleza que son centrales para la Soberanía Alimentaria: una es la semilla, y las otras son la madre tierra que va recibir todas las ofrendas, y las manos campesinas de los guardianes y guardianas de semillas, especialmente de las mujeres, que llegan a ofrecer a esa madre tierra que está abierta para luego poder dar sostén; para que esa semilla crezca, germine y se abra para ser fruto, monte, biodiversidad.”

Las semillas junto a la organización son la clave para el reverdecer comunitario en nuestros territorios impactados por el agronegocio. En experiencias que construyen las organizaciones campesinas, como Productores Independientes de Piray (PIP) que integra la UTT, levantando una Colonia Agrícola de Abastecimiento en las tierras recuperadas a la multinacional Arauco junto a 97 familias, y que relata Miriam Zamudio: “Integramos a las familias a trabajar comunitariamente dentro de las tierras, con una planificación que hacemos en reuniones y asambleas. Se consiguen las herramientas y las semillas, se hacen capacitaciones y vamos articulando los saberes. Así vamos construyendo esta Misiones que queremos, con otro modelo de producción, no sólo para el futuro sino ya.”

O lo que expresan desde la asociación Comunidades Campesinas por el Trabajo Agrario (CCTA) integrante del MTE, ubicada en kilómetro 80 de Pozo Azul, a través de su presidente Wilmar Vas: “Para nosotros cada semilla es fuente de vida y alimentos. Sembramos nuestra semilla y generamos una cadena que viene de nuestros antepasados y continuaremos cuidando porque si no tenemos semilla no tenemos producción ni alimentos. La semilla es la vida en sí de una comunidad”.

Se habla de “bancos de semillas”, y la imagen puede servirle a las millones de personas que viven en las ciudades y han ido perdiendo esa intimidad con las semillas y la producción de alimentos, para reconocer la acción de guardar un excedente para un momento de escasez o un próximo ciclo. Pero guardar semillas es algo muy distinto a las prácticas de atesoramiento bancario. Las semillas no son cosas, son vida en potencia; no se pueden guardar eternamente sino que tienen que reproducirse constantemente para seguir activas y poder expresar su valor. Un valor que está en las antípodas de las abstracciones del valor “de cambio” del dinero, sino que nos reconectan con las nociones “de uso” que la lógica mercantil nos fue escamoteando. Eso que tan claramente refleja doña Ángela Romano, de Rodeo Grande “zona serrana, de altura” en Tafí del Valle, Tucumán, cuando rodeada de sus semillas dice que es una “rica pobre”, mientras su mano bucea entre ellas.

Desde los pueblos originarios hasta las ciudades

Para Segovia “en ese grano de maíz está concentrada la identidad de los pueblos originarios que son co-creadores de la vida. Acá en Misiones los Guaraníes tienen la leyenda del maíz y la leyenda de la mandioca, que son dos semillas muy importantes para la espiritualidad; son la base de la alimentación y también de la lucha hoy para que sigan estando en las manos de sus verdaderos dueños, los pueblos originarios y campesinos, y lleguen cada vez más hasta los huerteros y huerteras de las ciudades y periurbanos.”

¿Cuántas huertas se empezaron durante la pandemia? Muchísimas, al punto de agotar las semillas que da el Programa Pro-Huerta. Capaz “para hacer algo” en medio del aislamiento obligatorio, pero quizá también como un reflejo pre-racional al reconocer que lo que vivimos es consecuencia de lo mal que venimos haciendo muchas cosas hace mucho. Para el MAELA esta pandemia es “un grito de alerta”, que “deja al descubierto lo que sucede cuando se rompe el equilibrio natural, cuando se atraviesan límites, cuando se quiebran vínculos y relaciones de respeto entre los seres humanos con el ambiente”.

Ese reconocimiento íntimo, esa congoja, quizá activó algo ancestral que saben nuestros cuerpos al echar mano de esas semillitas y volver “a lo primero” al sembrarlas. Nosotros y nosotras, nuestros pueblos, también somos semillas. Estuvimos demasiado tiempo aturdidos por las lógicas del consumo, materializado o no; enceguecidos por las pantallitas, las luces y sonidos constantes; deseando objetos, acostumbrados a la precariedad urbana de la escasez constante, atrás del mango día a día; enloquecidos como las abejas, los ecosistemas naturales o el sistema endócrino por el contacto con las moléculas tóxicas de la agricultura industrial.

Como sea, con las semillas criollas en manos de sus guardianes y guardianas vuelve el alimento y los sabores de nuestras infancias, vuelven las manos de las abuelas. Vuelve la comunidad que rebrota en el intercambio aún con el barbijo puesto o medianera por medio. Vuelve la posibilidad de ser soberanos en nuestros territorios. No nos vamos a cansar de decir que esta crisis pandémica es una oportunidad; quizá la humedad y temperatura que nuestro cuerpo social esperaba para salir de su latencia y brotar.

Fuente: Facundo cuesta- Biodiversidad LA.

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¿Biofertilizantes y bioplaguicidas para la transición agroecológica? https://redanafae.com/2020/08/14/biofertilizantes/ Fri, 14 Aug 2020 22:00:16 +0000 http://redanafae.com/?p=2619 Después de décadas enfocados en incrementar la producción de granos y el desarrollo de insumos sintéticos, finalmente se reconoce que este enfoque trajo efectos negativos, entre ellos la contaminación del suelo y el agua, el abandono del campo, enfermedades como cáncer y diabetes, una alta dependencia en combustibles fósiles y aumento en los gases de invernadero.

La solución a estos problemas, como lo sugiere la FAO, es la transición a la agricultura sustentable. Esta ha sido practicada por numerosos grupos indígenas desde hace siglos. Sin embargo, no fue sino hasta inicios del siglo 20, que visionarios como Eve Balfour y Lord Northbourne comenzaron a popularizar el término por medio de su trabajo que confirma la importancia de la diversidad, el conocimiento ecológico y el valor de la agricultura familiar a pequeña escala. Las evidencias científicas sugieren que necesitamos urgentemente una reconstrucción total del sistema agroalimentario y en varios países, incluyendo a México, se han iniciado planes para lo que se ha denominado la “transición agroecológica”.

La agroecología incluye una serie de prácticas y principios ancestrales que incluyen el uso de variedades nativas, los cultivos intercalados, la agroforestería, la conservación de semillas, medidas de conservación de suelos, tal como la labranza cero o reducida; y la producción de abonos a partir de materiales locales.

Aunque es esperanzador ver esta ola de interés para transformar la forma en que cultivamos, la simplificada versión de la agroecología que se está promoviendo es preocupante. La transición agroecológica tiene como punta de lanza una mera “sustitución de insumos”. Se promueve sustituir los fertilizantes y plaguicidas sintéticos por aquellos que son orgánicos.

No nos tomen a mal: nosotros apoyamos las acciones que motivan a cambiar de convencional a orgánico. Sin embargo, debemos distinguir las prácticas que son sustentables de las que solo tratan de dar respuestas rápidas y pretenden ajustarse a todas las condiciones, tal como lo hicieron las tecnologías que nos llevaron al lío en el que estamos metidos.

Por mas de una década hemos documentado la efectividad de las prácticas tradicionales de agricultores indígenas de Guatemala y documentado estrategias para la sustentabilidad. Como en otras áreas de Mesoamérica, las familias con las que trabajamos confrontan serios retos para mantener su herencia campesina. La sequía es cada vez mas frecuente y severa; el contexto político económico es hostil, y las consecuencias de la violencia de los años 80, cuando aldeas enteras fueron arrasadas por el ejercito y paramilitares, aun persisten.

Como una forma de mejorar la soberanía alimentaria y atender la restauración cultural y ambiental, muchas familias se han volcado o retornado a la agroecología. Por medio de la diversificación de cultivos, el rediseño y el uso sustentable de recursos locales, se han hecho más resilientes y menos dependientes en insumos externos. El sistema milpa, desarrollado en Mesoamérica hace miles de años, es una de las mejores estrategias para mantener la humedad del suelo, enfrentar el cambio climático y brindar una dieta sana.

Estas familias tienen que resistir programas nacionales e internacionales que regalan agroquímicos y semillas híbridas, que a pesar de aumentar los rendimientos en los primeros años, no pueden ser guardadas y según los productores no resisten la sequía. La lógica detrás de esos programas, además de apoyar una industria multimillonaria, es proveer soluciones rápidas a problemas relacionados con la falta de nutrientes en el suelo, así como reducir los costos de mano de obra. La sustitución por bioinsumos orgánicos podría minimizar los daños asociados al uso de agroquímicos sintéticos. Entonces, ¿qué hace a esos bioinsumos tan incompatibles con los sistemas agrícolas sostenibles?

Para comenzar, como lo sugiere el experto en sustentabilidad Jules Pretty, el fundamento de cualquier sistema agrícola sostenible es el uso efectivo e ingenioso de los recursos locales por parte de pequeños agricultores locales. Para que esto ocurra se necesita un fuerte capital social, un íntimo conocimiento de la ecología del lugar e innovación continua. Los problemas con la introducción de “bioinsumos” en las comunidades es el desplazamiento de las prácticas locales y el riesgo de crear nuevas formas de dependencia. Tal como la introducción de agroquímicos provocaron disturbios en los procesos agroecológicos locales hace 40 años, los equivalentes orgánicos continúan este ciclo, desplazando los saberes locales sobre cómo mantener la fertilidad del suelo por medio del cuidadoso manejo de la materia orgánica, sobre cómo evitar las plagas por medio de los policultivos y el conocimiento de los tipos de suelo y microclimas, que entre las familias con las que trabajamos, involucran una profunda conexión con el territorio y su gobernanza.

Además hay cierta evidencia de que los bioinsumos podrían afectar a los microorganismos nativos del suelo y a los insectos benéficos. Los biofertilizantes producidos en un laboratorio podrían ser de utilidad en una región donde el uso intenso de agroquímicos ha eliminado la vida en el suelo, pero podría eliminar a las bacterias y hongos que las prácticas tradicionales han logrado mantener vivos para darnos cultivos ricos y nutritivos. Algunos bioplaguicidas son muy específicos y atacan únicamente a una plaga, pero la mayoría también afectan a polinizadores como las abejas, y a catarinas y avispas que controlan a las plagas.

Si la sustentabilidad es el verdadero objetivo, necesitamos enfocarnos no en nuevas soluciones tecnológicas que consideran al territorio y a las familias productoras como homogéneas, sino en la recuperación de prácticas agroecológicas locales que el tiempo ha comprobado efectivas. Necesitamos reconocer a aquellos que mantienen los saberes tradicionales, apoyar a los grupos comunitarios, e introducir nuevas técnicas solo cuando sean fácilmente apropiables, en armonía con el entorno natural y cultural, y cuando se haya considerado su impacto desde una visión ecológica.

Solo cuando esto ocurra veremos cambios para una agricultura y un sistema alimentario verdaderamente justos.

Fuente: La Jornada

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Agro-imperialismo en tiempos de Covid-19 https://redanafae.com/2020/07/27/agro-imperialismo/ Mon, 27 Jul 2020 22:00:34 +0000 http://redanafae.com/?p=2593 “En América Latina, nuevo epicentro de la pandemia del Covid-19, la matanza ha sido particularmente severa. Con la economía global casi detenida, los agronegocios de la región han continuado funcionando con total impunidad, profundizando su impacto y daño en las comunidades y los ecosistemas. En casi todos los países de la región, las actividades agroindustriales han quedado exceptuadas de la cuarentena ya que se consideran “esenciales”, aunque se centran en las exportaciones y no en proporcionar alimentos a la población local”.

Nestlé, la compañía de alimentos más grande del mundo, es famosa por el escándalo. En la década de 1970  se ganó el apodo de “asesina de bebés” por provocar enfermedades y muertes infantiles en comunidades de bajos ingresos al promover la alimentación con biberón de su fórmula infantil y desalentar la lactancia materna. En los últimos años se han presentado  cargos similares contra la compañía por contribuir, con sus ventas de alimentos chatarra ultraprocesados en comunidades pobres, al desmesurado aumento de las tasas de obesidad y diabetes. Pero hay otro escándalo de proporciones igualmente sombrías que está confinado en la contabilidad de la empresa.

El 23 de abril de 2020, mientras el mundo estaba sumido en la pandemia del Covid-19 y la FAO advertía sobre una inminente crisis alimentaria mundial, los accionistas y ejecutivos de Nestlé  se otorgaron un pago de dividendos récord de 8 mil millones de dólares. En una época de crisis mundial en materia de salud y alimentos, esta ganancia equivale a más que todo el  presupuesto anual del Programa Mundial de Alimentos de la ONU y sería suficiente para cubrir el gasto anual promedio de la atención médica para más de 100 millones de personas en África.

El cuantioso pago de los dividendos de Nestlé de 2020 fue, de hecho, apenas poco más que el año anterior. Esos pagos tan enormes para accionistas y ejecutivos son una práctica habitual para la compañía, así como lo son para todas las grandes empresas transnacionales de la alimentación y el agronegocio, incluso en momentos de catástrofes sanitarias mundiales. Entre otros notables lucros para los accionistas, anunciados en abril de este año, figuran un pago de 2.800 millones de dólares por parte de Bayer AG, la compañía de semillas y agroquímicos más grande del mundo; un pago de 600 millones de dólares de Tyson, el mayor productor avícola del mundo; y un pago de 500 millones de dólares del Grupo WH, la mayor empresa porcina mundial. Cargill, la compañía del agronegocio más grande del mundo, está en vías de superar el pago récord del año pasado de 640 millones de dólares, que alcanza a un pequeño número de miembros de la familia Cargill. El aumento del comercio electrónico, particularmente de alimentos, durante la crisis del Covid-19 aumentó el patrimonio neto de Jeff Bezos, el fundador del gigante del comercio electrónico Amazon, en la impactante cifra de  24 mil millones de dólares. También es un momento de ganancias para los accionistas de actores más pequeños de la industria, como la empresa de plantaciones de palma aceitera y caucho SOCFIN. Las dos familias francesa y belga que son esencialmente las propietarias de la compañía,  recibieron 20 millones de euros (alrededor de 22 millones 500 mil dólares) en dividendos y remuneraciones de las actividades del grupo SOCFIN, mientras que las comunidades en Nigeria, Ghana y Camerún, donde opera la empresa, no pueden acceder a agua limpia o potable.

Toda esta avaricia de los de arriba deja devastación y muy poco se filtra a los de abajo, donde sus consecuencias son mortales.

Una industria poderosa en medio de una “tormenta perfecta”

Quienes trabajan en el sistema alimentario empresarial, que literalmente están muriendo por mantener el estilo de vida de accionistas y ejecutivos, no están bien. Las cadenas de suministro de las grandes compañías de alimentos, que siempre han sido lugares peligrosos para los trabajadores, ahora se han convertido en puntos críticos para las infecciones y la transmisión del Covid-19. En todo el mundo se han producido brotes mortales en plantas de preocesamiento de carne, instalaciones portuarias,  almacenes,  fábricas de conserva de pescado,  plantaciones de palma aceitera, granjas frutícolas,  supermercados y todos los demás puntos a lo largo de las cadenas que estas compañías controlan, con la excepción de sus torres de oficinas, por supuesto.

Las grandes compañías cárnicas quizás hayan sido las peores transgresoras. Con la pandemia del Covid-19 en su apogeo,  aceleraron agresivamente sus líneas de producción para incrementar sus exportaciones a China, donde los precios de la carne son inusualmente altos. Esta decisión se tomó con pleno conocimiento de que estos aumentos en el procesamiento hacían imposible el distanciamiento social y pusieron a sus trabajadores y trabajadoras y a las comunidades vecinas en riesgo de masivos brotes del virus. A fines de mayo, los resultados en las mayores naciones exportadoras de carne fueron terribles: cientos de trabajadores y trabajadoras migrantes de fábricas de carne enfermos con Covid-19 en  Alemania y  España, miles de casos de personas enfermas con Covid-19 que laboran en la industria del envasado de carne de Brasil, y más de  20 mil personas infectadas con Covid-19 en las fábricas de envasado de carne de los Estados Unidos, y por lo menos 70 muertes. Mientras tanto, se están sacrificando cientos de miles de animales  en condiciones atroces porque estas enormes fábricas han tenido que clausurar la producción, y los pequeños mataderos que podrían haber recibido el ganado, hace tiempo se vieron obligados a cerrar sus negocios.

En América Latina, nuevo epicentro de la pandemia del Covid-19, la destrucción ha sido particularmente severa. Con la economía global casi detenida, los agronegocios de la región han continuado funcionando con total impunidad, profundizando su impacto y daño en las comunidades y los ecosistemas. En casi todos los países de la región, las actividades agroindustriales han quedado  exceptuadas de la cuarentena ya que se consideran “esenciales”, aunque se centran en las exportaciones y no en proporcionar alimentos a la población local.

Por ejemplo, el gobierno de Ecuador emitió un  decreto de estado de emergencia que paralizó a todo el país, pero asegura que “toda la cadena de exportaciones, la industria agrícola, [la industria] ganadera … seguirá funcionando”. Como resultado, quienes laboran en las plantaciones de bananeras, de palma, piscinas camaroneras, viveros de flores y muchos más, no tuvieron sino continuar trabajando, como si el país no estuviera en una emergencia sanitaria, y exponiéndose al riesgo de contraer el Covid-19.

Del mismo modo, el gobierno de Bolsonaro en Brasil  declaró que las actividades de producción, transporte y logística general de las cadenas alimentarias para exportación eran actividades esenciales que deben seguir funcionando sin restricciones. En este contexto, las exportaciones de carne, soja y otros productos van en aumento, al igual que el número de personas expuestas al Covid-19 a lo largo de las cadenas de exportación. En el Estado brasileño de Rio Grande do Sul, centro de actividades de exportación de carne, más de una  cuarta parte de los nuevos casos de coronavirus confirmados en mayo se dieron entre trabajadores de frigoríficos de carne. Los abogados laborales luchan ahora para  cerrar las plantas infestadas y obligar a las empresas a implementar al menos las medidas básicas para  proteger y cuidar a sus trabajadoras y trabajadores durante la pandemia.

Las exportaciones de soja de Brasil, que  aumentaron un 38 por ciento respecto al año pasado, son otro foco potencial del Covid-19, especialmente en los puertos donde circulan constantemente camiones y trabajadores. Cuando el gobierno local de la ciudad portuaria de Canarana en Mato Grosso intentó adoptar medidas  emitiendo un decreto para detener temporalmente la exportación de soja y otros granos a falta de condiciones adecuadas de salud y seguridad, los gigantes del agronegocio Louis Dreyfus y Cargill intervinieron y lograron revertir el decreto en pocos días. Canarana está ahora, a principios de junio,  experimentando un aumento de las infecciones por Covid-19.

Todo este frenesí exportador tiene un tremendo impacto en el terreno. Según Deter, el sistema de detección en tiempo real del instituto nacional de investigaciones espaciales de Brasil, la deforestación de la Amazonía en ese país, en el apogeo de la pandemia de coronavirus, ha aumentado más del 50 por ciento en estos tres primeros meses de 2020 en comparación con el primer trimestre del año anterior. Aprovechando la cortina de humo de la pandemia, con menos agentes capaces de llevar a cabo las tareas de inspección,  las actividades del agronegocio y la minería avanzan en áreas protegidas y territorios indígenas, aumentando el riesgo de contagio por Covid-19 en las poblaciones indígenas. Numerosos observadores temen un genocidio como resultado de estos irresponsables avances de las actividades del agronegocio y la minería durante la pandemia.

En Argentina, en plena cuarentena nacional, tampoco han cesado las exportaciones de soja ni la tala de bosques. En uno de los bosques más conservados de todo el ecosistema del Gran Chaco se está preparando deforestar  una superficie de 8 mil hectáreas. Además, basándose en el monitoreo con imágenes satelitales, Greenpeace denunció que desde que comenzó la cuarentena, en el norte del país se  deforestaron más de 10 mil hectáreas.

Tal descarada búsqueda de lucros empresariales está creando una crisis de legitimidad del sistema alimentario empresarial. Por otro lado, si bien las cuarentenas dificultan la medición, se  perciben cambios en el terreno: vemos a trabajadores y trabajadoras de la industria alimentaria denunciar, organizarse y obtener más apoyo y solidaridad de otros trabajadores; vemos un interés creciente entre los consumidores por alimentos locales saludables así como por el bienestar de los productores de alimentos y agricultores; y ha habido un auge innegable de los esfuerzos desde la comunidad por llevar los alimentos a donde se necesitan a través de la solidaridad, la ayuda mutua, el trabajo voluntario y las cooperativas. Ha habido incluso algunas victorias a nivel político, como la  reciente decisión del gobierno alemán de prohibir mano de obra subcontratada en frigoríficos de carne y otra para evitar que las empresas que reciben ayuda pública  otorguen dividendos.

Pero se trata de una industria poderosa, que dispone de grandes sumas de efectivo y conexiones políticas, y no hay duda de que hará todo lo que esté a su alcance para utilizar este momento de confusión y cuarentena para beneficio de sus intereses. Ya lo hemos visto con la orden ejecutiva que dictó el presidente de los Estados Unidos, Trump, a instancias de JBS, Tyson, Cargill y otras empresas cárnicas para mantener en funcionamiento sus fábricas infestadas de Covid-19. También lo vimos en Brasil, donde el gobierno de Bolsonaro  aprobó un récord de 96 nuevos plaguicidas en los primeros meses de 2020, más que todas las aprobaciones de 2019. El mismo gobierno utilizó deliberadamente la cobertura de la pandemia para tratar de  aprobar una ley que legalizaría el acaparamiento de tierras y la deforestación de 80 millones de hectáreas en las regiones de la Amazonia y del Cerrado. La pandemia también ha sido utilizada como una oportunidad para expandir con rapidez  el comercio electrónico para la compra minorista de alimentos e imponer los organismos modificados genéticamente (transgénicos) en  Etiopía y  Bolivia, donde el gobierno de facto afirmó que la emergencia sanitaria del Covid-19 ha convertido las semillas transgénicas en una necesidad para el país.

El agronegocio como gran ganador de la nueva ola de ajuste estructural

Lo peor todavía está por venir. Numerosos gobiernos están empleando firmas consultoras internacionales, como  McKinsey, para darle forma a sus planes de abrir nuevamente sus economías. Estas empresas herméticas que están profundamente conectadas con las  empresas más grandes del mundo, incluidas aquellas del sector agroalimentario, influirán sin duda en quienes emerjan como ganadores y perdedores de las respuestas pandémicas: trabajadores o jefes, mercados de agricultores o  gigantes del comercio electrónico, pescadores o la industria de arrastre.

También estamos viendo que el FMI y el Banco Mundial usan sus fondos de emergencia del Covid-19 para presionar a los países a implementar reformas favorables a los agronegocios. En  Ucrania, por ejemplo, se implementó una ley que privatiza las tierras agrícolas a pesar de la oposición de la mayoría de los ucranianos. En los próximos meses, ese tipo de presiones aumentarán.  Decenas de países se encaminan a situaciones de incumplimiento, y esas deudas deberán negociarse no solo con el FMI y los prestamistas bilaterales sino también con acreedores privados que  ya han indicado que no están interesados en siquiera retrasar el pago de la deuda y los intereses durante esta crisis sanitaria. Se viene una nueva ola de ajuste estructural que se centrará en gran medida en aumentar la inversión extranjera en el agronegocio así como las exportaciones de productos agrícolas para pagar a los predadores.

Esta vez, sin embargo, a los gobiernos les resultará increíblemente difícil imponer una nueva ronda de agro-imperialismo a poblaciones que ya han tenido más que suficiente, y que están cada vez más ávidas de las alternativas que los movimientos sociales han estado promoviendo durante décadas.

Fuente: GRAIN

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La “suciedad”, un aliado viable para rescatar el medio ambiente https://redanafae.com/2020/07/21/la-suciedad/ Tue, 21 Jul 2020 22:00:56 +0000 http://redanafae.com/?p=2589 “La limpieza actualmente se yergue como enemiga de la vida, la naturaleza y la diversidad. Es momento de detener esa concepción y posicionar la mugre, la “suciedad” cómo aliados viables para rescatar el medio ambiente, los hábitats, los ecosistemas”.

Según el diccionario, limpieza es la acción de limpiar la suciedad, lo superfluo o lo perjudicial de algo. Y la suciedad tiene que ver con aquello que presenta calidad de sucio, polvoriento, basuriento, con manchas e impurezas que hay en algo. Las manchas se suelen lavar, remover con el agua. A las impurezas hay que darles otra definición quizá otra categoría. Remitirla a aquella sustancia o partícula extraña o ajena a un cuerpo.

La limpieza se utiliza desde los propios cuerpos, nuestras partes íntimas y los espacios habitacionales como la cocina, los dormitorios donde eliminamos impurezas como el polvo, el tizne u otras cosas. Desde tiempos remotos nos limpiamos, nos aseamos e incluso quitamos impurezas no solo físicas sino que, además, energéticas. Limpiamos para sentirnos más cómodos.

Sin embargo, nada escapa a la suciedad, en los actuales tiempos, los conceptos puros también se ensucian y se llenan de impureza. La noción de limpieza se tergiversa y se confunde. Limpieza ahora remite a agresiones a la vida que estimulan la  uniformidad y homogeneización. 

Quizá Hitler comenzó con la redefinición de los conceptos queriendo “limpiar” la raza eliminando otras culturas. O Colón con su etnocidio nos heredó la manía de limpiar hasta conquistar y dominar. ¿Limpieza o dominio? ¿Suciedad o diversidad?

Aquí algunas formas en que se percibe la limpieza. Una limpieza que apremia redefinir y reconceptualizar:

Las universidades nos “limpian” los saberes populares y nos ordenan con exclusivamente conocimiento científico.

Monsanto “limpia” con sus genes de patente todas las variedades de germoplasma nativo.

Los agricultores “más limpios” se consideran a aquellos que rinden pleitesía al monocultivo que no deja que germine ninguna hierba.

La agroindustria de invernadero, tóxica por inherencia, supera el concepto de limpieza y es inocua. La cúspide del orden militar en la producción de alimentos.

Las señoras barren sus patios y lo dejan “limpios”, sin ninguna hojarasca, sin ningún zacate. Las calles más “limpias” son las que tienen herbicida. Patio limpio, le dicen a los patios sin hierbas, sin gallinas, sin vida.

En los bosques, los aguacateros antes de establecer su ecocida sistema productivo, primero “limpian” el área.

Los amantes de las maquinas le llaman limpiar los arroyos a la maníaca acción de romper con la estructuras de sus cauces y destrozar los micro ecosistemas para que el agua cuando corra haga eso precisamente, correr, como si fuera en un canal.

-“Don Luis está limpiando el coamil”. -“Alfredo está limpiando la parcela” Se suele decir cuando las personas le prenden fuego a toda la materia orgánica que sería la responsable de la fertilidad y de la  infiltración si no la quemaran.

La limpieza y el orden contra la diversidad de la naturaleza.

Milpa limpia, le dicen a las parcelas sembradas con semillas de corporaciones donde nada más crece. Mientras que, al campesino con su milpa diversa donde todo crece y florea lo tachan de flojo y sucio.

Los cañeros más limpios, se consideran a aquellos que, en su contorno de parcela, tienen el suelo desnudo, compactado, sin cercos bichos y con postes de concreto.

Y en ese sentido, se cree todavía que los mercados municipales están sucios y que son mejores las frutas y verduras de Soriana porque ahí sí está limpio.

Ni los árboles se salvan ahora, muchas personas ya no los quieren porque echan “basura”. Les gustaría entonces un árbol ornamental que no suelte hojarasca o uno de plástico porque son más “limpios”.

La limpieza actualmente se yergue como enemiga de la vida, la naturaleza y la diversidad. Es momento de detener esa concepción y posicionar la mugre, la “suciedad” cómo aliados viables para rescatar el medio ambiente, los hábitats, los ecosistemas.

En los “limpios” hospitales es donde más gente se enferma. Mientras que, en estas primeras lluvias, corren los arroyos todos “sucios” con agua “chocolatosa” y los infantes salen regocijados a bañarse, para de un salpicón, curarse del aburrimiento.

Las impurezas se insertaron en nuestra mente. A esta última si conviene darle una limpieza de fondo, es una de las cosas mas sucias en este mundo moderno cochino de tan limpio.

Fuente: Expresión

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¿El origen del coronavirus? Los cuatro monocultivos del apocalipsis https://redanafae.com/2020/06/30/el-origen-del-coronavirus-los-cuatro-monocultivos-del-apocalipsis/ Tue, 30 Jun 2020 22:00:47 +0000 http://redanafae.com/?p=2566 El origen del coronavirus tiene una estrecha relación con las fórmulas de agricultura y ganadería industrial de la actualidad; concretamente por la expansión de los monocultivos (vegetales y animales) que provocan la destrucción de la biodiversidad en la naturaleza posibilitando la aparición, incremento y virulencia de nuevas zoonosis. Aunque el virus es microscópico, propongo un viaje planetario —sin romper el confinamiento— que nos puede ayudar a reconocer con nuestros propios ojos esta contundente afirmación. Es importante interiorizarlo para evitar un futuro entre pandemias.

Este viaje, al que podemos llamar «la ruta de los monocultivos», nos permite conocer muy bien de qué hablamos cuando hablamos de agricultura industrial. Aunque la tierra agraria en el mundo ocupa 1.500 millones de hectáreas, cuatro ejemplos serán suficientes para retratar el sistema agrario mundial actual, puesto que alrededor de un 80 % de todas estas tierras, según el agrónomo Miguel Altieri de la Universidad de Berkeley, está dedicado a los monocultivos. De hecho, de las más de 2500 variedades de vegetales que el ser humano puede consumir, solo tres cultivos (trigo, arroz y maíz) aportan el 50 % del total de calorías consumidas por toda la población mundial. Nuestro punto de partida es un perfecto y regular mosaico de varios kilómetros cuadrados, cerca de la localidad de Rivadavia, en la provincia de Salta, Argentina.

 A mí, de este paisaje, me impresiona la prepotencia con la que hemos trasladado nuestras cuadriculadas mentes a los espacios de vida, cómo hemos hecho del fabuloso orden anárquico de la naturaleza un inmundo orden geométrico. 

Una vez situados, se trata de seleccionar el modo satélite e ir alejando la imagen, es decir, elevar el satélite que estamos conduciendo para tener una visión más general. A mí, de este paisaje, me impresiona la prepotencia con la que hemos trasladado nuestras cuadriculadas mentes a los espacios de vida, cómo hemos hecho del fabuloso orden anárquico de la naturaleza un inmundo orden geométrico. Los antiguos bosques, con la llegada de este monocultivo, han quedado literalmente reducidos y encajonados (ellos y toda la biodiversidad que alojaban) en el escaso espacio del perímetro que rodea cada predio. ¿Qué cultivo es el responsable de esta invasión? Correcto, este es el monocultivo de soja transgénica.

La expansión del monocultivo de soja en los últimos veinticinco años —con la introducción de las variedades transgénicas— es de dimensiones ciclópeas. Como se observa en la  infografía, incluida en el  Atlas del agronegocio transgénico en el Cono Sur, la plantación de soja invade (en color verde) buena parte de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, un territorio conocido como República Tóxica de la Soja, porque de algún modo funciona como un estado propio gobernado dictatorialmente por multinacionales agrarias. Más de 65 millones de hectáreas dedicadas a un único cultivo; más de 65 millones de campos de fútbol uno detrás de otro; una república que ocupa el espacio de veinte Cataluñas juntas. Campos y campos de soja y solo soja que a menudo son fumigados con herbicidas como el cancerígeno glifosato (en su momento patentado por Monsanto y que ahora forma parte de Bayer), que elimina todo ser vivo con el que contacta, a excepción de este cultivo, al cual le han insertado genéticamente el superpoder de la resistencia a este veneno.

Las consecuencias de esta epidemia de soja se denuncian desde hace años. En primer lugar, la sustitución de cultivos tradicionales para la alimentación local por el cultivo de la soja cien por cien para la exportación, con la consecuente pérdida de soberanía alimentaria y la expulsión de millones de campesinas y campesinos hacia las ‘villas miseria’ o ‘favelas’ latinoamericanas. En segundo lugar, la contaminación por herbicidas de tierras y acuíferos junto con un incremento muy alto de enfermedades cancerígenas y/o endocrinas en la población de estos lugares. Finalmente, la grave pérdida de fertilidad de los suelos por el agotamiento de la tierra y la destrucción de la biodiversidad; por ejemplo, el incremento de muertes de abejas y anfibios a causa del exceso de fumigación.

Sin embargo, se sabe menos de otra de las realidades que esconde el sistema agrario de este y cualquier otro monocultivo. Para descubrirla, con esta imagen de cuadrados de soja en la retina, saltamos ahora, al centro del continente africano, en la población de Lokutu, situada en la cuenca del río Congo.

Son plantaciones de palmeras africanas para la producción de otra de las estrellas de la agroindustria: el aceite de palma. 

Esta vez haremos bajar el satélite despacio, procurando aterrizar en la zona oeste de la población, sobre la sombra verde que nace junto a las últimas casas y que se extiende hacia el infinito. A medida que descendemos nos sorprende de nuevo un ejército repetido, regular y en perfecta formación. Visto desde arriba la forma estrellada de sus copas delata a cada uno de estos soldados. Son plantaciones de palmeras africanas para la producción de otra de las estrellas de la agroindustria, el aceite de palma que encontramos en tantísimos alimentos procesados y en buena parte del ‘gato por liebre’ llamado biodiésel. Estas plantaciones de Lokutu son propiedad de la empresa  Feronia, que lleva años siendo denunciada, entre otras cosas, por la  ocupación ilegal de territorios campesinos.

¿Qué relación hay entre los monocultivos y los virus?

Con este viaje global tenemos bastante para desvelar muy bien la relación entre los monocultivos y las pandemias. Como se ha venido explicando desde hace varias décadas —pero se ha venido desoyendo por todas las instituciones políticas globales—muchas de las nuevas enfermedades que se transmiten de animales a seres humanos (las llamadas zoonosis) surgen de esta aniquilación de selvas y bosques para implantar monocultivos. Las dimensiones son tan abusivas que la fauna silvestre acaba diezmada y confinada en pequeños reductos o ‘islas’ cuya elevada densidad de población facilita la multiplicación y mutación de su carga vírica y microbiana, posibilitando el contagio posterior a los seres humanos. En algunos casos este contagio se produce por contacto directo, como se demostró en otro  punto del continente africano, en el norte de la población de Guéckédou (Guinea), en el caso del ébola cuando un murciélago o sus excrementos entraron en contacto con un habitante de estas aldeas rodeadas de palmas africanas. Otros brotes epidémicos se pueden producir cuando un vector de un virus del murciélago, como el pangolín u otro animal, entra en contacto con la población, probablemente a través del tráfico ilegal, como en el caso del coronavirus actual.

En cuanto a las enfermedades parasitarias, también se ha documentado la relación entre el aumento de su incidencia y la transformación de la naturaleza. En Borneo, por ejemplo, la fragmentación del bosque está causando el incremento de la malaria. Según explica Zambrana-Torrelio, vicepresidente de EcoHealth Alliance, una organización con sede en Nueva York que monitoriza la relación entre la vida silvestre y las enfermedades emergentes, la razón es que en lugares abiertos hay mayores huecos donde se acumula agua, se reproducen mosquitos y aumentan los casos entre la población que trabaja en las plantaciones de palma africana. De nuevo, visitarlo es más didáctico y podemos hacerlo nosotros mismos si situados en este  punto hacemos descender la nave.

El monocultivo de animales en granja, un riesgo para la salud

El tercero de los monocultivos es, sin duda, el mayor de los generadores de zoonosis que pueden convertirse en pandemias. Me refiero al monocultivo de animales de granja, del que no hace falta que muestre ninguna imagen interior porque todos sabemos en qué condiciones de clausura y hacinamiento viven hoy unos 70.000 millones de animales, diez veces más que la población humana. De hecho, este es el gran monocultivo en el pequeño territorio de Cataluña donde hay casi 10 millones de cerdos confinados en grandes granjas que generan graves problemas medioambientales. Solo en el Lluçanès, tenemos 40 cerdos por persona, con la construcción de macrogranjas como  esta de la empresa Casa Tarradelles.

Aun así, aconsejo un  salto en el viaje hasta las zonas rurales del estado de Wisconsin, en los Estados Unidos, para sobrevolar una de las mayores granjas de vacuno del mundo, puesto que nos permite observar otra realidad menos conocida. Cada una de las más de cincuenta líneas que observamos dispone de unas sesenta jaulas donde casi inmóviles se alojan los novillos en sus primeras etapas de engorde. Esta, como el resto de todas las macrogranjas —incluidas las de cerdo en Cataluña— por muchas medidas de seguridad que utilicen, no pueden evitar que, con cierta frecuencia, un virus de cualquiera de estos animales con un sistema inmunitario deficiente por el estrés al cual está sometido infecte a un empleado iniciando la cadena de contagios. Recordemos las muertes y el tremendo susto que generó el salto de un influenzavirus porcino al ser humano en México en la llamada gripe A.

Como se ha podido apreciar, los tres monocultivos comentados (podríamos añadir seguramente el maíz) tienen una relación estrecha entre ellos: la producción de carne insana, barata y de mala calidad bajo modelos industriales. Efectivamente, casi toda la soja, pero también una parte del aceite de palma se dedica a la elaboración de piensos que alimentarán a los animales criados en granjas intensivas como la visitada en el Lluçanès. Hay cálculos más contundentes, pero no nos equivocamos si afirmamos que al menos una tercera parte de la tierra agraria mundial se dedica a estos propósitos y funciona bajo este modelo uniformador, responsable de la gravísima pérdida de biodiversidad que sufre nuestro planeta y que se conoce como la sexta extinción. El pasado diciembre de 2019 el Departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat hicieron públicos datos que indican que en Cataluña un 75 % de las especies y el 60 % de los hábitats están en estado de conservación desfavorable.

Y ahora, para acabar, mejor apagamos las pantallas y visitamos cualquiera de los huertos ecológicos que tengamos más próximos. En este pequeño espacio se observa muy bien, con los cinco sentidos, que la vida en la naturaleza se sustenta en una complejísima maraña de relaciones entre un inmensa cantidad de seres vivos. Es una orquesta sinfónica donde todos los sonidos de cada uno de los instrumentos emitidos en el mismo instante acaban creando una pieza preciosa y armónica. Un equilibrio mágico que ningún monocultivo puede reproducir y que lo convierte en un simple creador y acelerador de plagas.

P.D. ¿No había dicho qué hablaría de cuatro monocultivos? Simplemente lo citaré, aunque es el más grave de todos. Hablamos del monocultivo que  Vandana Shiva denominó «el monocultivo de pensamiento», que es aquel que nos hace comulgar con ruedas de molino y creer en el inverosímil dogma capitalista según el cual el crecimiento económico en un planeta finito es la manera de garantizar nuestras vidas.

Fuente: Palabre-ando

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