En 2005, el pueblo suizo votó en un referéndum para imponer una prohibición temporal del cultivo de plantas transgénicas. La moratoria, fijada inicialmente por cinco años, ha sido prorrogada desde entonces varias veces por el Parlamento y sigue en vigor hasta finales de 2021, y sigue siendo apoyada por la mayoría de la población, los y las agricultores y los y las consumidores.  Y esto a pesar de que Suiza es la sede de Syngenta, la mayor empresa agroquímica del mundo, que también vende semillas genéticamente modificadas.

Esto demuestra que incluso en uno de los países más ricos del mundo, la gente está en contra de la ingeniería genética en la agricultura. La condición previa para ello es que la población tenga acceso a una información independiente y crítica y que se pueda celebrar un verdadero debate democrático.

Durante estos 15 años la moratoria de los cultivos transgénicos ha demostrado su valor para la industria agrícola y alimentaria suiza y cuenta con el apoyo de una gran mayoría de la población, los agricultores, los minoristas, así como el comercio con alimentos para animales. El cultivo de transgénicos no es una opción en la Suiza de pequeña escala. Pondría en peligro una agricultura diversa que se orienta cada vez más hacia criterios ecológicos. Dañaría mucho la imagen de la agricultura suiza. La moratoria sobre el cultivo de plantas modificadas genéticamente tampoco dio lugar a ninguna desventaja económica, como se temía al principio.